Parfums De Marly Oajan
Imagina que entras en una pastelería escondida en una calle adoquinada del Barrio Lastarria, en pleno invierno santiaguino: el aire tibio está saturado de canela, miel espesa y vainilla que se carameliza lentamente. Eso, a grandes rasgos, es Oajan de Parfums de Marly. Abre con un chispazo goloso de canela y un toque casi afrutado que recuerda a los membrillos confitados que venden en la carretera camino a Curacaví. A los pocos minutos, la miel adquiere protagonismo y se mezcla con tonka y benjuí, construyendo un ambarado espeso como la puesta de sol sobre las dunas del desierto de Atacama. El secado, largo y obstinado, deja un rastro dulce-amilanado, casi tabacoso, que persiste como la neblina costera de Valparaíso al amanecer.
Funciona mejor cuando el termómetro tantea los unilaterales del año: otoño y, sobre todo, invierno. Un spray de más y te sentirás envuelto en una frazada Lanalhue mientras paseas por las ferias navideñas de Plaza de Armas; en pleno enero en Iquique, en cambio, puede volverse empalagoso. Es un perfume que abraza, así que resulta ideal para citas nocturnas, sobremesas largas con vino carménère o incluso para esas jornadas de home office donde necesitas un “postre invisible” que te levante el ánimo sin agregar calorías.
El perfil es unisex, pero su carácter denso y especiado le da un guiño ligeramente masculino, piensa en un poncho de alpaca sobre una camisa de lino crudo. Si buscas algo en la misma línea pero con matices distintos, podrías probar Naxos de Xerjoff (más cítrico y con toques de lavanda), Side Effect de Initio (ron y tabaco más marcados) o Red Tobacco de Mancera (potencia similar, pero con una salida frutal-ahumada). Todos comparten la guitarra dulce-especiada, pero Oajan destaca por su miel cremosa y su pulso de postre árabe.
Tips de uso chileno-latino: dos atomizaciones bastan si vas a un asado nocturno en Ñuñoa; cuatro si tu destino es un bar speakeasy en Bellavista con aire acondicionado brutal. Rocíalo sobre bufandas o tejidos gruesos, la lana retiene la fragancia y la libera lentamente, como las maderas de los palafitos de Chiloé después de la lluvia. Y, si andas por la cordillera en invierno, no te sorprendas de que el eco de Oajan siga presente en tu chaqueta cuando regreses a Santiago: la longevidad es casi tan épica como una caminata por el Parque Nacional Torres del Paine.
En resumen, Oajan es calor líquido embotellado, perfecto para quien disfruta de sobremesas largas, chimeneas encendidas y la magia inevitable de los postres con especias. Úsalo como usarías un chal tejido por tu abuela del sur: para protegerte del frío, regalarte un poco de dulzura y, por qué no, provocar sonrisas a quien se acerque a conversar.