Areej Le Doré Beauty And The Beast

Ahhh, Beauty and the Beast de Areej Le Doré… ese sí que es un viaje sensorial al corazón salvaje de la naturaleza. No es un perfume, es una invocación. Lo usas, y de pronto no estás en tu casa ni en la ciudad —estás en la selva espesa del Amazonas boliviano, o quizás en los bosques nubosos del sur de Colombia, donde la vegetación lo devora todo y el aire huele a tierra húmeda, resina y vida intensa.

Este perfume es exactamente lo que promete su nombre: una bestia y una belleza coexistiendo. En una esquina tenís ese cuero denso, ahumado, casi carnoso, con una nota animal que no pide permiso. Esto viene de oud natural, castóreo, civeta… o sea, puro material de alto voltaje. Y por el otro lado, la belleza floral resplandece: jazmín sambac, rosa, ylang-ylang —pero no de esos florales fresquitos de primavera, no. Acá son voluptuosos, como flores tropicales recién abiertas en medio de un calor denso y húmedo, tipo clima de Manaus o Misiones en verano.

Es una fragancia opulenta, compleja y absolutamente de nicho. No vas a oler como nadie más en el metro de Santiago ni en una fiesta en Palermo. Esto no es para eventos masivos ni para entrevistas de trabajo. Es para cuando querís sentirte poderoso, o cuando necesitás protegerte del mundo como con una armadura aromática. Ojo, eso sí: proyección brutal y longevidad de otro planeta —literalmente te puede durar todo el día y más.

Si esto fuera un lugar, sería la selva de Calilegua en Jujuy después de la lluvia, con los tucanes gritando y el barro bajo los pies. Un lugar donde la naturaleza no está domesticada, y donde la belleza y la brutalidad van de la mano.

¿Similares? Muy pocos. Tal vez algo del espíritu de Russian Oud del mismo Areej, o el lado más bestial de Borneo 1834 de Serge Lutens, pero Beauty and the Beast tiene una magia cruda que se siente única.